Amaya Valdemoro: de Alcobendas al Hall of Fame de la WNBA

Cuando se habla de pioneras en el deporte español, el nombre de Amaya Valdemoro aparece siempre en las primeras posiciones. A sus 49 años, la madrileña entra en una nueva dimensión: será la primera española en el Hall of Fame de la WNBA, formando parte de la Class of 2026 del salón de la fama de la mejor liga de baloncesto femenino del mundo.

Un reconocimiento que no llega de la nada, sino después de una carrera que ha unido talento, dureza mental y una capacidad casi obsesiva de competir.

Captura del documental Hijas de Cynisca de Beatriz Carretero

De Alcobendas al mundo

Amaya Valdemoro nació en Alcobendas (Madrid) en 1976. Antes del baloncesto, fue el atletismo el deporte que la acompañó en su infancia, hasta que la canasta apareció para quedarse. Debutó en la máxima categoría del baloncesto español con apenas 15 años y llegó a la selección absoluta con 17, una muestra de lo rápido que su talento la empujó a la élite.

En España pasó por equipos como Dorna Godella, Salamanca Halcón Viajes, Pool Getafe o Ros Casares Valencia, ganando ligas, copas y títulos europeos. Desde muy joven se acostumbró a jugar finales y a vivir en un entorno de máxima exigencia competitiva.

La aventura WNBA: tres anillos y un precedente

El gran salto llega en 1998, cuando es elegida por las Houston Comets en el draft de la WNBA. En un contexto en el que casi no había referentes españolas allí, Valdemoro se convierte en pionera y en algo más: en campeona. Con las Comets gana tres anillos consecutivos de la WNBA (1998, 1999 y 2000), siendo parte de uno de los equipos más dominantes de la historia de la liga.

Aquella etapa no sólo la coloca en el mapa internacional, también abre una puerta simbólica: demuestra que una jugadora española puede triunfar en la mejor liga del mundo, algo que después seguirían otras como Anna Cruz, pero que ella hizo por primera vez.

La capitana de una generación dorada

Si en la WNBA dejó huella, con la selección española se convirtió directamente en leyenda. Amaya Valdemoro fue, durante años, la referencia ofensiva y emocional del equipo nacional. Llegó a ser la deportista española, hombre o mujer, con más partidos internacionales absolutos de la historia (258), récord que mantuvo hasta 2017. Con España firmó un palmarés difícil de igualar:

  • Oro en el Eurobasket 2013, en Francia, poniendo el broche perfecto a su trayectoria con la selección.

  • Plata y varios bronces en distintos Eurobasket.

  • Bronce mundialista en 2010.

  • Dos participaciones olímpicas: Atenas 2004 y Pekín 2008.

En muchos de esos torneos fue, además, máxima anotadora y MVP, especialmente recordado su papel en el Eurobasket 2007, donde lideró a España hasta la medalla de plata.

Una carrera llena de títulos… y de golpes

Su trayectoria en clubes es una lista casi interminable de títulos:

  • 8 Ligas españolas y 9 Copas de la Reina.

  • 4 Supercopas de España.

  • Una Euroliga y 3 Mundiales de Clubes.

  • Títulos en Rusia con Volgaburmash/CSKA, incluyendo ligas, copas y reconocimientos individuales como mejor jugadora extranjera.

Pero no fue un camino limpio: lesiones duras como la fractura de ambas muñecas en Euroliga; cambios de país, presión constante, expectativas altísimas y la sensación de estar siempre al límite.

Del parqué a los micrófonos… y a los salones de la fama

En 2013, tras proclamarse campeona de Europa con la selección, Amaya pone fin a su carrera profesional. Poco después empieza una nueva etapa como comentarista de baloncesto en televisión, donde se ha convertido en una de las voces más reconocibles del basket en España. Los reconocimientos no han dejado de llegar:

  • Hall of Fame del Baloncesto Español (promoción 2019).

  • Hall of Fame de la FIBA (2023), siendo la primera jugadora española en entrar en este salón de la fama internacional.

  • Y ahora, la guinda: Hall of Fame de la WNBA (Clase 2026), compartiendo promoción con estrellas como Candace Parker y Elena Delle Donne.

La soledad en la élite y la vida después del éxito

Más allá de los títulos, Amaya ha hablado en los últimos años de la cara menos visible del alto rendimiento. En una entrevista reciente, reconoce que en la élite se sintió “muy sola” muchas veces, que la presión, la autoexigencia y la identidad construida alrededor del baloncesto la dejaron vacía cuando llegó la retirada.

Habla también de la importancia del apoyo psicológico, de aprender a verse como algo más que una deportista y de reconstruir su vida cuando el balón dejó de marcar el ritmo de sus días. Hoy parece haber encontrado un equilibrio distinto: conectada al baloncesto, pero sin que todo dependa de un marcador.

Lo que significa su Hall of Fame para el baloncesto español

La entrada de Amaya Valdemoro en el Hall of Fame de la WNBA tiene varias lecturas:

  • Es un reconocimiento individual a una carrera descomunal, al nivel de las grandes estrellas históricas de la liga.

  • Es también un mensaje para las nuevas generaciones: una niña que empieza a jugar en Alcobendas puede, literalmente, llegar a lo más alto del baloncesto mundial.

  • Y consolida a España como potencia del baloncesto femenino, no solo por los resultados colectivos, sino porque una de sus referentes ya está inscrita para siempre en los grandes templos del deporte.

Amaya Valdemoro no es solo una lista de medallas y anillos. Es la historia de alguien que abrió camino cuando casi no había sendero, que asumió la soledad y la presión de ser pionera y que ahora ve su nombre en los lugares donde solo entran las mejores de la historia. Y, sobre todo, es una prueba de que el baloncesto femenino, cuando se le da el espacio que merece, genera leyendas a la altura de cualquier deporte.

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