El cocido madrileño: pausa caliente a un paso de Gran Vía
En Madrid hay días de prisaprisa, calles llenas, notificaciones en el móvil y mil cosas por hacer. Y, de repente, un plan te obliga a bajar el ritmo: sentarte, pedir pan, mirar la mesa y esperar a que llegue una sopera humeante. Eso se llama cocido madrileño.
Si estás pasando unas semanas en la ciudad, mezclando mañanas frente a la pantalla y tardes de paseo por el centro, el cocido es ese plato que hay que probar al menos una vez. Es una manera muy madrileña de entender el tiempo.
Qué es realmente el cocido madrileño
El cocido madrileño es un guiso de garbanzos, verduras y diferentes carnes (ternera, gallina, cerdo, chorizo, tocino…) que se cocina a fuego lento durante horas, hasta que todo comparte el mismo sabor de caldo potente y reconfortante. Es uno de los platos más representativos de la cocina de Madrid, sobre todo en los meses fríos.
La forma clásica de servirlo es en tres vuelcos:
Primer vuelco: la sopa de fideos, hecha con el caldo del cocido.
Segundo vuelco: los garbanzos con la verdura (repollo, patata, zanahoria…).
Tercer vuelco: las carnes y embutidos, la parte más potente del plato.
En muchos restaurantes hoy se resume en dos servicios (sopa por un lado, garbanzos y carnes por otro), pero la idea es la misma: un único plato servido en varios tiempos, con pausa entre uno y otro.
Un plato con historia (y muchas capas)
El origen del cocido madrileño no está del todo claro, pero sí se sabe que viene de una larga tradición de guisos de legumbre a fuego lento.
Varios autores lo vinculan a la adafina sefardí, un guiso que las comunidades judías dejaban cocinando desde el viernes por la noche para tener un plato caliente en el Shabat.
Otros señalan a la olla podrida castellana, un cocido abundante y medieval, muy popular en Castilla, como antepasado directo.
Con el tiempo, ese guiso fue adaptándose al gusto local hasta convertirse en cocido madrileño, un plato omnipresente en la ciudad a finales del siglo XIX y principios del XX, servido tanto en casas humildes como en restaurantes conocidos.
Dónde comer cocido madrileño cerca de Gran Vía
Si te estás moviendo por la zona de Gran Vía / Sol, no hace falta irte muy lejos para encontrar un buen cocido.
- Tabernas clásicas en el centro
En el entorno del centro histórico hay casas de comidas y tabernas con años de historia donde el cocido se sigue cociendo como siempre: pucheros grandes, servicio en vuelcos y comedor con mantel y ruido de fondo de conversaciones.
Un caso muy conocido es La Rayúa, ligada a la familia Verdasco, donde el cocido se cocina en pucheros de barro individuales sobre carbón de encina y se sirve en dos tiempos: primero la sopa, después garbanzos y carne. Está en pleno centro y es uno de los nombres que más se repiten cuando se habla de “dónde comer cocido en Madrid”.
- Cocido + otros platos típicos en formato bufé
Otra opción distinta es el bufé de cocina española que ha abierto en la calle Preciados, muy cerca de Sol y a pocos minutos andando de Gran Vía. Ofrece cocido madrileño ilimitado y varios tipos de arroces, además de entrantes clásicos, en un espacio grande pensado para grupos y para quienes quieren probar varios platos típicos en una sola comida. Es perfecto si:
Vas con gente y cada persona tiene antojo de algo distinto.
Quieres hacer una comida “de domingo” en mitad de la semana y luego volver paseando hacia tu alojamiento o hacia una tarde tranquila de gestiones.
(Horarios, precios y menús pueden cambiar, así que mejor revisar siempre webs o redes sociales y reservar si vas en días muy concurridos.)
Cocido madrileño: una forma de aterrizar en Madrid
Hay muchas maneras de “hacer Madrid”: ver museos, subir a azoteas, perderse por Malasaña, tomar cafés de especialidad… y, en algún momento, sentarse a un cocido madrileño.
Es un plato que obliga a parar, te saca un rato del piloto automático y te coloca frente a una mesa que huele a caldo, a tiempo lento y a invierno. Perfecto para quienes pasan unos días aquí combinando ordenador, paseo y vida de barrio.
Si vienes a Gran Vía y quieres llevarte un recuerdo que no cabe en una foto pero sí se queda en la memoria, apunta este plan: una mañana productiva, un cocido bien hecho y un paseo tranquilo por el centro después. A veces, la mejor forma de conocer una ciudad empieza por lo que se cuece en sus ollas.